miércoles, 23 de marzo de 2011

Un taxi a la Feria del Libro

Hoy, mientras almorzaba en Notorius (comentario al margen, debe haber cambiado el cocinero, porque el menú dió un salto de calidad) escuchando la buena música que acompaña el momento, recordé un viaje en taxi a la feria del libro de Buenos Aires hace ya algunos años.
En dicho trayecto, desde la editorial donde entonces trabajaba, me tocó acompañar y dialogar con Fernando Savater (escritor que me gustaba sobre todo por sus libros de los héroes de mi infancia y no por su consagración en la literatura de divulgación como filósofo). Me llamó la atención entonces la fuerte defensa que hacía de su amigo Vargas Llosa. Para mi todavía estaba fresca la catalogación que se hacía del peruano en el altar de la derecha política (tal vez esto que escribo ahora tiene que ver con un giro ideológico afin con la edad que acarrean mis hombros). Por lo que Savater me contaba, había seguido muy de cerca su campaña política, fundamentalmente por el trato cotidiano que tenía con el peruano. Aclaremos que Savater es un escritor fuertemente compormetido con los sectores más progresistas de la política española (con la que me identifico desde las épocas de Felipe González).
Creo recordar muy bien (no creo que Savater se acuerde de mi ni de ese viaje ni de esas presentaciones, ya que mi editorial estaba usufructuando el tiempo que FS tenía en Argentina por otros compromisos laborales) que FS hablaba del sufrimiento personal que a Vargas Llosa le implicó esa campaña (la política como sufrimiento, algo de lo que Weber se olvidó de escribir).
A partir de esa charla recordé con quien había perdido la elección presidencial Vargas Llosa. Básicamente contra un señor que avasalló todas las instituciones democráticas en Perú, que reprimió de manera atroz a la guerrilla narcosenderista, que aplicó las peores políticas del populismo de mercado (si, el populismo también puede ser de mercado, algo que Laclau no suele tener muy en cuenta cuando reivindica a los gobiernos latinoamericanos actuales). También me propuse seguir la producción ensayística del escritor y me encontré con un intelectual que abreva en la mejor tradición intelectual liberal, aquella de Webber, de Rawls y, porque no, de Alberdi. Que, básicamente, reivindica la democracia en tanto poliarquía.
Es desde este lugar que me averguenza la posición de sectores de la industria editorial en Argentina. Esto es la de sentirse en la posición de censurar la apertura de un representante de los escritores en la Feria del Libro de Buenos Aires (recordemos que la Feria es un evento privado, organizado por la Fundación El Libro). Hace algunos años la inauguración fue ofrecida a un cantautor español, Serrat, quien versionó maravillosamente los versos de dos poetas españoles que sufrieron en carne propia la persecusión política. Hoy Serrat (como hace unos días Sabina) defendieron el derecho del peruano a inaugurar la Feria.
¡Bienvenido Vargas Llosa a Buenos Aires, bienvenido el derecho a defender cualquier posición política democrática y, porque no, la presencia de un Premio Nobel (¿vendría García Márquez algún día?) sirva para disparar la venta de sus libros y la de tantos otros autores, que al fin y al cabo, la edición de libros también es una industria y un negocio que nos permite comer todos los días a muchos de nosotros, sin preguntar que ideología tenemos!

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