jueves, 7 de abril de 2011

El Dictador

Hace ya 10 años, los entonces entusiastas periodistas de Clarín, María Seoane y Vicente Muleiro (hoy ambos en la conducción de radio Nacional), escribieron una larga e interesante biografía sobre uno de los más nefastos personajes de la historia argentina, Jorge R. Videla. Quien otrora fuese amo y señor de estos lares, dueño de la vida y de la muerte (todos lugares comunes, pero no por ello inválidos).
Por razones particulares estoy repasando libros que retratan los años 80, y este volvió a mis manos.
¿A que viene el post y la referencia? A que me hizo recordar los años de la transición a la democracia en Argentina. Los primeros 80. Cuando hoy se reivindica como un hecho trascendental que el ex presidente Nestor Kirchner tuvo un gesto de autoridad bajando un cuadro de Videla en el Colegio Militar, genera un simbolismo fuerte. Lo cierto es que ese gesto no hubiese existido si el ex Presidente Alfonsín no hubiese firmado los decretos 157 y 158 por los que se ordenaba juzgar a las tres primeras juntas militares y a los líderes terroristas que asolaron los años 70 (claramente subjetivo, adhiero a la teoría de los dos demonios).
Fue en 1984 cuando Alfonsín generó un gesto de autoridad presidencial mucho más importante, como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, ordenó detener al general Camps, quien desde la soberbia de sentirse impune socababa desde Uruguay los cimientos de la aún frágil democracia argentina.
No me canso de decir que es muy fácil hoy perseguir viejos chotos que se cagan encima (y a los cuales de seguro sus carceleros deben cambiarles sus pañales), cuando por esos años seguías enriquesiendo tu patrimonio en el sur del país. Ojalá los chicos de la Campora hubiesen nacido unos años antes. Aprenderían a valorar la democracia desde otro lugar.

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