lunes, 18 de abril de 2011

La llamada de la selva

De chico, cuando adolescente, me fascinaron las historias de Salgari. Me sentía Yañez acompañando a Sandokan por la Malasia, Momprasem o la India. Soñaba con una mujer llamada Surama y le ponía el cuerpo y la cara de la chica que me gustara en ese momento. Por esos días también me hice Nac & Pop, y asociaba a Salgari con las lecturas de Jauretche y Scalabrini Ortiz. Raro, porque a la vez me sentía radical. Eran los priemeros años de la transición a la democracia y por entonces, todos, de alguna manera eramos alfonsinistas. En mi colegio no había Franja Morada, entonces nos juntábamos con los chicos de la Fede o, más tarde, de Acción Católica y eramos los independientes de la zona Oeste. De a poco fui reemplazando mis lecturas de Jauretche y Scalabrini Ortiz por la Contradicción Furndamental y me hice militande de la Franja full time. Muchos años después reemplacé a Salgari por Pérez Reverté: La piel del tambor es uno de mis libros favoritos, y junto con La sombra del viento, El maestro de esgrima y El largo Adios (Chandler), de los pocos que me hicieron llorar.
(Ya en el 87 abandoné mi perfil Nac & Pop, hoy no reniego de esa etapa de mi juventud, pero entiendo que es una etapa superada. No comparto el perfil Nac & Pop que a veces pretende asumir el partido en el que sigo militando. Es más, creo que es un camino equivocado, acabo de cruzarme con Ricardo Alfonsín por la calle y estuve a punto de pararlo para decirselo).
Esta entrada viene a cuento de algunos asombros que viví la semana pasada. Doy clases en el CBC de la UBA, y hace algunos días me asombró que muchos de mis alumnos habían leido La naranja Mecánica (ahora que lo pienso, yo también disfrute el libro en mi epoca de estudiante del CBC). Pero a la vez, cuando les nombré a Asimov y su saga de Fundación, no tenían idea de que les estaba hablando (Hacía una analogía entre los caminos que terminaban en Roma y en Trantor). Lo cierto es que estuve todos estos días pensando que consumos culturales tienen hoy los chicos de 18-19 años. No los que militan, sino aquellos (la gran mayoría) que no se involucran en política ni en cuestiones sociales.
En paralelo, llego a mi casa y encuentro a mi hija de 7 años leyendo "La llamada de la selva", me dice que no lo entiende, pero que una compañera de la escuela lo está leyendo y ella no quiere quedarse atrás. Ellá ya es también, como yo, una lectora empedernida y enfermiza. Tal vez pronto se large con los libros de Salgari, tal vez ella entienda porque si tengo otra hija la llamaría Mariana.

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